«humanimal», de Emilio Picón.

El deseo es una noche que no necesita estrellas

En la rica tradición cultural del planeta que habitamos (y destruimos día a día) existe una modalidad del teatro de títeres que siempre me ha parecido muy enriquecedora. Se trata del Wayan Kulit, o también conocido, por nosotros los occidentales, como el “teatro de sombras”.

Suele representarse por muchos lugares de Indonesia; pero es en la isla de Java en la que se perfila con una belleza más arrebatadora. Ante el fondo de una lámpara de aceite el dalang (intérprete) mueve las figuras de cuero en un ritual de sombras y luces en las que los espíritus vagan y se mezclan con lo humano. Al parecer, toda esta rica tradición oral deriva de las viejas epopeyas indias.

La novela que nos ocupa, humanimal, me ha recordado esa tradición del teatro de títeres. Y me ha retrotraído a esas imágenes escénicas porque más allá de los tiempos en los que los distintos personajes de la narración se confiesan (y nos confiesan sus infidelidades, pensamientos y naufragios personales), más allá de eso, se encuentra el intérprete mayor de la sinfonía, el director o dalang, en este caso Emilio Picón, o alguien que se hace pasar por Emilio Picón, moviendo los hilos y el ritmo narrativo a su total antojo. A veces más escondido; otras más omnipotente, pero siempre presente, con personalidad, y predispuesto a sorprender con una estructura narrativa que avanza como en espirales concéntricas.

Fundamentalmente estamos ante un libro de experimentación. Y a fuerza de experimentar —como esas narraciones digresivas que se convierten toda ella en una digresión— la novela se convierte a su vez en un experimento. En la primeras cien páginas el juego es muy metaliterario y de ahí hasta el final el juego (sin dejar de ser metaliterario) va in crescendo.

Emocionalmente creo que es un libro de eso que podríamos encuadrar en “la nostalgia afectiva”. Aquí se ha perdido de antemano, ya sea el “eros”, “la inocencia”, o todas esas derrotas que llevan a los seres humanos a considerar su vida como una tragedia. Pero eso es igual lo menos importante, puesto que el autor a fuerza de múltiples referencias literarias (Cernuda, Onetti, Bolaño, etcétera) y musicales (Radiohead, Barricada, Los enemigos —una lástima que no se mencionen los mejores discos de Josele y los suyos: La vida mata y La cuenta atrás, jajaja—) va avanzando en segmentos narrativos en las que las voces narrativas se confunden y mezclan hasta crear una polifonía propia. Para mí eso es lo mejor: la multiplicidad de prismas.

Los muertos conversan con los vivos en ese teatro de títeres y sombras del que antes hablaba. Eso quizá vaya a chocar a posibles lectores, que lo irreal es el tiempo real de la narración y, a su vez, no deja de ser en todo momento un juego.

No recuerdo muy bien pero creo que en alguno de los seis libros autobiográficos del noruego Knausgård el escritor comentaba que uno de sus primeros artefactos fue aceptado por un editor porque incluía una escena en la que el personaje principal llamaba por teléfono para asegurar su propia muerte, o algo así, y que esa originalidad convenció al editor. Desde luego Emilio Picón tiene ya a sus espaldas una carrera literaria más dilatada que la que tenía el noruego en ese momento, pero la originalidad siempre sobrecoge y es fácil reconocerla cuando se presenta.

Aquí, en humanimal, las influencias literarias son de otras latitudes menos gélidas, “al otro lado del charco”, y además el autor no nos lo oculta y nos lo recuerda en el propio texto; y estos autores no son otros, como ya mencioné, que Juan Carlos Onetti y Roberto Bolaño. Dos grandes, desde luego. Por lo menos desde mi punto de vista. Hay muchos guiños a esos autores.

Sin embargo, hay otra influencia no menos importante: Unamuno. Y sobre todo “Niebla”. Es verdad que no todo el mundo sabe que unos pocos años antes de que Unamuno creara ese estupendo libro, otro español, un tal Felipe Alfau, escribió “Locos”, que ya anticipaba lo que Unamuno iba a conseguir después. Pero Alfau fue un escritor marginal y expatriado y salvo sus últimos años de vida apenas tuvo ningún reconocimiento.

Dos cosas a señalar que no me han gustado. De la primera no es responsable Emilio y es esa costumbre prologuista de tildar de “prosa poética” la voz de cualquier autor porque ha publicado con anterioridad libros de poesía. Algunos deberían saber (como lo sabía de sobra Bolaño) que la mejor prosa supera y expande a la poesía. Y que un autor por haber publicado libros de poesía no necesariamente tiene que escribir en “prosa poética”, aunque incluya algún poema en el texto. Ahí tenéis Une sainson en enfer, alfa y omega de la modernidad, para quitar prejuicios y clichés definitorios sobre tales asuntos.

La segunda no es una crítica en sí, sino el lamentar la ausencia de un paisaje ¿Si se tiene a mano un entorno tan salvaje y tan peculiar como el de Cabo de Gata por qué no aprovecharlo narrativamente?, ¿por qué? Salvo algunas páginas que supuestamente se desarrollan en Gijón el resto del libro ocurre (supuestamente) en Almería. No sé. Es verdad que es una novela muy de interiores y de reflexión y experimentación, pero no creo que fuese menos vanguardista si el sobrecogedor y árido paisaje del sur estuviese más presente. Algunas de esas aguas son igual de diáfanas que el cristal de un espejo.

Me faltaron esas pinceladas para hacer todavía más placentera la lectura de esta novela exigente de Emilio Picón. Y el final de la misma es algo así como asistir a una noche de fuegos artificiales: primera explosión-variante; segunda explosión-variante; tercera explosión-variante. Cual tres heridas: la vida, la muerte, el amor.

Un escritor singular al que habrá que no perder de vista y al que quiero dejarle la última palabra:

“Aquí cierro, ya está bien, mi personal y breve circunferencia. Aquí trazo la superficie del círculo de lo mediocre, donde las personas confunden la calidad con la cantidad, la creatividad con la copia, la emoción con la apariencia, el espejo con la pantalla. Procura salir de él, del círculo”.

Salgamos del círculo; pero solo para contemplar mejor este juego de sombras narrativas.

6 comentarios en “«humanimal», de Emilio Picón.

  1. Muy buena reseña, Jorge. Como siempre, me gusta cómo hibridas cada lectura tuya en el tapiz mucho más tupido de la literatura y la historia cultural. Cada reseña tuya es una clase magistral. Y el asunto del paisaje, pues sí, coincido. A mí había partes de ‘humanimal’ que me recordaban mucho a tu relato ‘Für die Fische’; pero, mientras humanimal es más cerebral y muy poco contextual, tú sí te deleitas escribiendo sobre las terracitas, el ambiente de la tarde-noche gaditana, etc. ‘Humanimal’ es más complicado de visualizar; las sensaciones que me transmite se acercan a lo puramente lingüístico, no tanto a lo sensorial.
    Un abrazo muy grande.

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    • Bueno, yo es que soy muy de terracita mirando el mar, jajaja. Ese es mi hábitat natural.
      La novela es muy cerebral y tal vez por eso no ha querido (ni tampoco necesita) dar pinceladas del paisaje almeriense. Pero es un paisaje que puede ser muy aprovechable.
      Hay una novela con cierto talento, “Leche caliente” de Deborah Levy, en lo que más destacable a mi parecer es eso: el paisaje; y es el almeriense, el mismo de Emilio.
      Desde el humilde rincón gaditano igual las cosas se ven distintas. No sé.
      Y yo no doy lecciones de nada, por favor.
      El agradecido soy yo por leeros y porque de vez en cuando leáis mis cosas.
      Un abrazo.

      Le gusta a 1 persona

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