En el valle del ocaso

Hoy vamos con otra narración de Darío Méndez Salcedo, “En el valle del ocaso”, que acaba de reeditar en digital en la plataforma Lektu, brindándonos así la posibilidad de adquirirlo por el precio que consideremos conveniente.

El libro, relato largo o novela corta según queramos definirlo, trata sobre la búsqueda espiritual de Shan Shui. Y esto es lo primero que me llama la atención, puesto que el nombre del protagonista coincide con un estilo de pintura chino que retrataba montañas, cascadas y entornos naturales. Quizá derive ese estilo de pintura de ese “buscador”; no lo sé, porque soy un gran desconocedor de la cultura china. Mis únicos conocimientos de su cultura derivan de dos tomos de cuentos editados en la editorial Anaya que un familiar tuvo a bien regalarme cuando era pequeño, poco más. Luego he leído más literatura clásica japonesa que china, y en eso tiene gran culpa la <<Genjimanía>> que vivimos hace algunos años, cuando un par de editoriales “entraron en conflicto” al editar en muy poco tiempo diferentes versiones del gran clásico de la literatura japonés del siglo X.

Dicho esto, que tampoco tiene ninguna trascendencia para lo que nos ocupa, vamos a entrar en materia. Lo primero que hay que señalar es que estamos ante una literatura alegórica, de parábolas y búsquedas interiores. “Nosotros, los buscadores, siempre hemos sido mensajeros…”

En su periplo de “búsqueda” Shan Shui se convierte en discípulo de diferentes maestros:el Maestro del Sol; la Maestra de la Luna y el Maestro de los Árboles. El primero le inculca la búsqueda solitaria de la espiritualidad de las montañas y la luz, “la senda del sol es la senda de la potencialidad espiritual; la segunda, le acerca al erotismo, a lo corporal, y a la vida en comunión con otros seres; el Maestro de los Árboles, el menos invasivo, le enseña a mirarse a sí mismo. De los tres saca conclusiones para incrementar su riqueza interior.

Es curioso, mientras lo leía me acordaba de ciertas apreciaciones de la cábala judía y de los sufíes musulmanes; de hecho, sin creer en absolutamente nada, tengo en mi biblioteca tanto la Biblia de Jerusalén, como una edición del Antiguo Testamento en sefardí, como (también) una edición en castellano del Corán. Y de todos se pueden sacar momentos de belleza y plenitud creativas, (también momentos de horror ante su violencia horrible y gratuita), porque esos libros (para mí no son textos sagrados, sino libros de literatura) han formado, para bien o para mal, el alimento espiritual y creativo de occidente; al confrontarlo al de oriente, uno descubre ciertos paralelismos y cierto sincretismo cultural y religioso, pero también diferencias; se me escapa ciertas enseñanzas del Taoísmo, con el que el libro de Darío Méndez está muy asociado, puesto que esa búsqueda de Shan Shui no puede sino definirme como taoísta, una enseñanza práctica y natural “en el camino hacia la sabiduría”. Sin duda más humana y accesible que la de la cábala, puesto que en esta última, por poner un ejemplo, la divinidad está asociada en cálculos y emanaciones, mientras que la oriental fluye a través de la convivencia con los maestros y la búsqueda de la armonía interior. Con la que creo que se establecen (en una primera lectura) mayor grado de paralelismos es con la tradición sufí y con el zoroastrismo de algunos poetas persas, que es un tipo de conocimiento más individual e interior, no exento de cierto grado de fatalidad, y más similar (creo) a las potencialidades creativas que ofrece el taoísmo.

La literatura de Darío Méndez Salcedo siempre está concebida como en capas; bebe y es partícipe de las sustancias y las raíces de la tradición cultural; entronca con los grandes pensadores y filósofos (cómo no pensar en Zaratustra en la primera parte del libro) y es inquieta de geografías y épocas. Utilice la alegoría espiritual, o el realismo más cercano, siempre pretende decir más de lo que cuenta en la superficie, haciendo pensar al lector, sacudirlo, que este se convierta en algo así como un duendecillo revoltoso y se cuestione las cosas.

En un mundo acelerado como el nuestro, en el que todo el mundo aparenta ir a alguna parte, aunque muchos no sean capaces de elevar sus pies ni a dos centímetros del suelo, es necesario este tipo de literatura reflexiva, que nos recuerde que somos seres pensantes y no solo receptores de información; que nos obligue a cuestionar lo que estamos leyendo y a plantear nuestra propia búsqueda interior, al margen de modas y dictados empresariales e ideológicos, puesto que lo convierte al arte en un “oficio divino y peligroso” es que potencia avanzar hacia los límites, incluso traspasarlos, incrementando así la libertad y la sensibilidad.

Leer nos hace pensar y ver mejor. Crecer, en definitiva.

https://lektu.com/l/dario-mendez-salcedo/en-el-valle-del-ocaso/20001

Hasta otra.

2 comentarios en “En el valle del ocaso

  1. Hala, esto sí que no me lo esperaba. Muchas gracias, Jorge.
    Uno escribe lo que puede y lo que le manda «el duendecillo», y solo a veces no falla estrepitosamente. El mérito siempre está en el lector que es capaz de construir más allá. En lectores como tú está el genio.
    Un abrazo muy grande

    Le gusta a 1 persona

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s